Como el personaje de Baricco en “Mr Gwyn” sigo escribiendo sin escribir, contandome a mi mismo como me ato los zapatos. Y como aquel también buscando mi particular garaje perfecto para redactar mis retratos de desnudos.
Leo más que escribo. Y le doy a diferentes géneros:
Internet, sobre todo Facebook, me invita a textos de management del estilo de 5,10 o 20 consejos para hacer algo perfecto, para ser la mejor organización,… También me invita a pensar que todos los partidos políticos son lo mismo y que nuestra única salida es embarcarnos a la misión sin retorno a Marte que ya parece tener fecha,…
Los blogs que adoro (imaginarme arrodillado, rendido y reconociendo la tenacidad, la persistencia y calidad de estos amigos y amigas que permanecen fieles a su cita semanal como mínimo) me recuerdan lo que no escribo y me llegan con un nivel de profundidad y especialización que me abruma..
Mis lecturas, a veces rápidas e intensas como el sexo a escondidas, pasean últimamente en el genero de la autobiografía; Rhodes, Sacks, Kandel,… daría para varios posts pero casi he echado la toalla para no contribuir a resúmenes diagonales de obligadas lecturas verticales.
Leo más que escribo. Me siento torpe, ya lo dije. Me leo antes y me gusto más. Es como si hubiera una energía más exploradora. Como si sobrevivir hoy implicara vivir en lo conocido. Y es verdad pero no solo. Sigo buscando. Los proyectos laborales me exigen. Hay cuatro o cinco ideas que me siguen acompañando y reencuentro en diferentes lugares y con personas distintas y además sigo incorporando nuevo, expandiendo. Lo siento con fuerza.
“Se habla muchas veces del hechizo de los libros. No se dice lo suficiente que es por partida doble. Está el hechizo de leerlos y el de hablar de ellos. Todo el encanto de un Borges está en que leemos las historias que cuenta mientras sueña con otros libros inventados, soñados, fantasmagóricos Y, en el espacio de pocas páginas, tenemos los dos encantamientos a la vez.
He podido, en mi vida, notar con frecuencia esa virtud de los libros. Pero fue ese día cuando la descubrí. Estás con una extraña, te pregunta qué estás leyendo, o se lo preguntas tú, y, si los dos pertenecéis al universo de los que leen, ya estáis a punto de entrar cogidos de la mano en un paraíso compartido. Y, como un libro llama a otro, vais a saber juntos de hazañas, emociones, de mitos, de ideas, de estilos, de esperanza.”