Como el personaje de Baricco en «Mr Gwyn» sigo escribiendo sin escribir, contandome a mi mismo como me ato los zapatos. Y como aquel también buscando mi particular garaje perfecto para redactar mis retratos de desnudos.
Leo más que escribo. Y le doy a diferentes géneros:
- Internet, sobre todo Facebook, me invita a textos de management del estilo de 5,10 o 20 consejos para hacer algo perfecto, para ser la mejor organización,… También me invita a pensar que todos los partidos políticos son lo mismo y que nuestra única salida es embarcarnos a la misión sin retorno a Marte que ya parece tener fecha,…
- Los blogs que adoro (imaginarme arrodillado, rendido y reconociendo la tenacidad, la persistencia y calidad de estos amigos y amigas que permanecen fieles a su cita semanal como mínimo) me recuerdan lo que no escribo y me llegan con un nivel de profundidad y especialización que me abruma..
- Mis lecturas, a veces rápidas e intensas como el sexo a escondidas, pasean últimamente en el genero de la autobiografía; Rhodes, Sacks, Kandel,… daría para varios posts pero casi he echado la toalla para no contribuir a resúmenes diagonales de obligadas lecturas verticales.
Leo más que escribo. Me siento torpe, ya lo dije. Me leo antes y me gusto más. Es como si hubiera una energía más exploradora. Como si sobrevivir hoy implicara vivir en lo conocido. Y es verdad pero no solo. Sigo buscando. Los proyectos laborales me exigen. Hay cuatro o cinco ideas que me siguen acompañando y reencuentro en diferentes lugares y con personas distintas y además sigo incorporando nuevo, expandiendo. Lo siento con fuerza.