Esta semana terminabamos la asignatura que acompaño en el segundo cuatrimestre en la Universidad de Deusto. Ya son 4 años de una asignatura que explora las conexiones entre la Innovación Social y las nuevas tecnologías. Cada año diferente. En esta ocasión la mayor diferencia ha sido el número. Casi 50 personas en el aula. Tengo ganas de sistematizar todo lo que aprendo con esta experiencia. Hay rastro y confío en dedicarle un tiempo suficiente en un futuro no muy lejano. Adelanto que sigo sin articular una propuesta equilibrada entre practica y teoría y mi gran reto es la evaluación continua.
Hoy compartía una hora con uno de estos alumnos. Tras arreglar ciertas cuestiones más técnicas o de procedimiento nos hemos intercambiado títulos, autores, compartido pasiones, ideas, experiencias, frustraciones e intuiciones.
Me descubría conversando sobre temas absolutamente pertinentes en el marco de la asignatura que cerrábamos y que no habían sido objeto/sujeto de conversación este año. Además lo hacíamos apasionados, moviendo las manos, cruzando fronteras, enredando palabras,…. Y he visto el contraste y una imagen que vuelve a ilustrar esta ristra de posts sobre la motivación y los círculos.
Hace unos años y acompañando a profesorado grite una de las ideas que más encontramos en el lobby critico (que a su vez también despierta otro lobby critico con el lobby critico) con el sistema educativo actual; “DEFENDAMOS LA PASIÓN POR APRENDER». ¿No requiere de mucha explicación verdad? Ilustramos con cita de José Antonio Marina en su libro “La educación del talento”:
“Dejé de hacer preguntas. Todos parecían saber las respuestas excepto yo, y no había nadie que quisiera escuchar” Charlotte, once años
Hoy gritaba en silencio algo así como “DEFENDAMOS LA PASIÓN POR ENSEÑAR”. He sido muy consciente durante este año, y no solo facilitando esta asignatura, del ejercicio conexión/desconexión como parte de la destreza a entrenar como profesor.
Hay un porcentaje muy alto de lo que ocurre en el aula que yo acostumbro y provoco que buscamos que sea ruidoso, autogestionado, en equipo, individual, whatsappeado, distraído, disperso, … Y además hay momentos en los que considero de interés compartir, ocupar mi lugar en el circulo (desde la segunda sesión las mesas desaparecieron del espacio) y transmitir ideas que puedan reforzar algunas claves que considero dentro de mi contrato con el aula.
En esos momentos si hay personas que continúan hablando solo puedo entender que allí ocurre algo más importante y conectado con nuestro objetivo en común que lo que yo cuento. Me quedo en silencio y pregunto por su aportación. A menudo la conversación parece estar conectada con otra realidad que convive en una dimensión paralela a la que yo estaba enchufado. Entonces es cuando pido silencio para seguir con el hilo de lo que planteaba, no siempre tengo éxito.
Es obvio que en ese momento hay como una lucha de motivaciones, necesidades. A mi me llega algo así como “A este pequeño grupo de personas que hablamos de nuestras cosas mientras tu hablas de las tuyas no nos esta interesando demasiado tu propuesta”. No soy un marciano, sé que esta es la situación familiar en cientos de miles de aulas. A mi me sigue sorprendiendo y decido que me siga sorprendiendo.
Conectado doy lo mejor. Enchufado, desde la escucha, vibrando con el momento soy la mejor edición de mi mismo. Hay algo de la gestión de estos momentos de lucha de conexiones que me gusta, es dinámica de grupo y tiene que ver con lo que quiero trabajar. Y hay veces que me gustaría que la energía, mi limitada energía, pudiera fluir hacia otros lugares. Para eso, a veces, necesitaría como cierto nivel de desconexión con algunas dinámicas para protegerme y seguir un camino que, quizás pueda interesar a otra parte de ese grupo humano tan diverso.
Este es el viaje. Si solo me desconecto, me despido, me voy, no aporto, cacareo lo conocido. Si estoy conectado, estoy sensible, entro a cada rumor, me siento cuestionado. Otra vez mejorando los pasos de baile que me acercan al centro para luego retirarme a la periferia y otra vez.
Ha habido momentos dónde lo he tocado con los dedos de la mano. En algunas batallas, en el cuerpo a cuerpo creo haber provocado movimientos, creo que ha habido movimientos que me han provocado y entonces me he sentido, creo que nos hemos sentido, más vivos.
En una colaboración hace unos meses con una escuela de magisterio y trabajando estrategias en el aula con futuro profesorado me encontré con un silencio al otro lado de una pregunta.
Decidí salir del circulo y pregunté: ¿Que es en este aula este silencio?. Una persona que ocupó mi lugar como ejercicio respondió: “Es miedo”. Yo pregunté. «¿Miedo a que?». A lo que ella respondió: “A no responder lo adecuado, a no saber”. Me pareció tan interesante que necesite continuar preguntando: “Y a ti como profesora, en ese lugar ¿Que te provoca ese miedo?”. Y ella: “Más miedo”. Yo: “Y si te dejas sentir en ese miedo, ¿que harías? Y por último ella “Defenderme”.
Este es el viaje. Feliz e intensa conexióndesconexión
2 comentarios para “La motivación como proceso circular (3 de 3)”
Imanol
Muy interesante, Asier. Una lectura que me ha ayudado a empatizar y juzgar menos a los alumnos que desconectan es Pulgarcita, de Michel Serres. Cualquier curso en el que nosotros los docentes asistimos como alumnos también permite ver que nosotros también desconectamos. Si lo que cuenta el ponente no tiene un valor tan grande como lo que tenemos a golpe de pulgar en el teléfono, nosotros también hacemos lo mismo. Es hora de reinventar nuestra profesión. El cómo es lo complicado.
Asier Gallastegi
Me apunto el libro Imanol. Eskerrik asko