Consultoría sabia y Gunthard Weber

Al salir del taller, Gunthard Weber se dirigió a mi hija Maren y después de saludarla con muchísimo afecto le miró a los ojos y le dijo; ¡Que maravilla!, ¡Cuanto le queda por vivir!

Hace unas semanas mi hijo Martin, pequeño de ahora 7 años, dijo “Nagusia izan nahi dut“ (Quiero ser mayor). Luego se lo pensó un poco más y volvió a decir “Ez. Txikia izan nahi dut eta gauzak guztiak jakin” (No. Quiero ser pequeño y saber todas las cosas)

Así en las conversaciones sencillas, pequeñas, tocamos con las puntas de los dedos a veces y otras sumergimos nuestro antebrazo en el saco de los garbanzos de las cosas importantes.

No ocurrió en este taller pero la invitación floto en el aire: A un lado yo y al fondo de la sala, yo antes de morir. En el instante antes de dejar de ser, en mi versión más adulta, más experimentada, más sabía, la que puede contar historias de mi, entender cosas incomprensibles, reírse de lo que pareció duro o maravilloso. Nos miramos, aún queda espacio entre uno y otro. ¿Como sería esa conversación? ¿De que hablaríamos? ¿Que aprendería hoy de ese yo del futuro?

Cuando tienes la inmensa suerte de aprender con un maestro como Gunthard Weber los rudimentos de la técnica quedan en un segundo plano para conectar con la humanidad y la sabiduría. Y es que el taller me tocó. Escribo buscando atraparlo, tendría más sentido construir un ritmo, para que resonará pero ese lenguaje no lo aprendí. Pum, pum, pum,…

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Conexión; escucha y observación. En el momento en el que el cliente, la persona con la que va a trabajar, se sienta en la silla comenzaba un ritual de conexión profunda. Exploraba el nombre, la postura, … Escuchaba su tema, su pregunta, casi como en un segundo plano (“Cuidado con no escuchar demasiada información”) El contenido era importante si era congruente con su corporalidad. “Le veo tenso y pienso ¿quién cuida de el?”. “Parecía más pequeño. Me daba a mi la responsabilidad de solucionar su situación”. Y no es algo que termina cuando el trabajo culmina. Esta pendiente de estas personas a lo largo del taller. Lo descubrí observando con muchísima atención como se despedía una de estas personas. (más…)

Arte y realidad

Son semanas de mucho ajetreo. La normalidad me va invadiendo y yo me dejo. Estoy bastante bien, otras veces he llorado más el primer día de zapatos.  Hay cosas que diferencian este Setiembre de otros. Entre ellas que he recuperado el deporte. No sé como no lo habia echado de menos antes. Supongo que los pequeños bienestares, a veces, no te dejan percibir los grandes.

Tengo tiempo para seguir trasteando. Me siento un poco «seco» para escribir y redescubro el placer de leer vuestras pequeñas historias en blogs y twitter  (juego como no lo habia hecho antes con los RT y replys, otro mundo paralelo muy divertido y terriblemente nutritivo) y aportar ideas en una reflexión que cada vez se hace más grande, matizada e interesante.

Algo me ha hecho darle al boton de «New post». Leía ayer un post de Alfonso muy divertido sobre las personas, organizaciones y series de TV. Me recordaba a unos parrafos de un texto de Juan José Millas sobre Cachemira publicado en «el pais semanal» del domingo seis de setiembre (en ese en el que sale Michelle Obama con tres reflejos de pantallazos luminicos en sus pupilas que la hacen parecer una extraterrestre). Os lo regalo al final del post.

Hace unos días os hablaba de Hundertwasser y mi árbol seco. Una conversación que me llevo a intercambiar más conexiones con Silvia y a regalarle un enlace a un pequeño texto en el que esbozaba mi particular historia con la creatividad y la plástica. Retomaba algunas ideas claves de la relación de ayuda con reflexiones de tres artistas significativos para mi personita. Algunos/as lo conocereis, para los que no, ¡buen provecho!. Me provocan para que siga explorando las conexiones y dinamizar algun encuentro formativo sobre el tema. El texto esta inacabado, este curso puede ser el que me lleve a escribir algo más.

A veces tengo la sensación de que no es la realidad la que escribe, dibuja o pinta. Si no que son las pinturas, los escritos y dibujos los que configuran mi realidad. Y me gusta que sea así.

Os regalo también una pequeña presentación que hice por aquellos días para introducir a unos buenos amigos en la obra de Jorge Oteiza. Para mi tiene sentencias maravillosas. Fragilidad y fortaleza, dulzura y provocación.

Aquí el texto de Juan Jose Millas:

Ya en la calle, se me acerca una niña india hiperrealista, como si hubiese salido de la cabeza de Antonio López o del pincel de un pintor flamenco. Quiere rupias hiperrealistas, que no llevo, por lo que le doy dólares impresionistas que celebra con asombro. El tráfico y las calles son realistas, a secas; costumbristas más bien. Se detiene uno cinco minutos en una esquina (es lo máximo que se puede permanecer fuera del coche sin perecer de asfixia) y ve pasar ante él cien estampas que ha visto previamente, antes de viajar a este lejano país, en enciclopedias y libros de viajes. La miseria es costumbrista, el cemento agrietado es costumbrista, las ratas son costumbristas. Cuando un golpe de calor mata a alguna de las personas que viven en la calle (las hay a millones y mueren como moscas), la recogen unos señores realistas y santas pascuas. Aunque no es fácil mitificar el realismo costumbrista, muchos extranjeros lo consiguen gracias a la espiritualidad. La espiritualidad es surrealista si tenemos en cuenta que en este país hay trescientos millones de dioses, todos en activo.