Sigo afectado por el salitre. No se acaba de limpiar la sangre y quiero seguir disfrutando de esta infección de descanso. ¿Como haremos para seguir conectados? Algo así me preguntaba estos días a través de dibujos y palabras.
Comenzaba mi verano leyendo a Mike Boxham sobre trabajar desde la quietud. Me hacía mucho sentido. Si en ese momento lo tenia desde el cansancio, en este momento lo tiene desde el recuerdo de la vida conectada y la necesidad de ser más consciente de las decisiones que me conectan y las que hacen todo lo contrario.
Ya he compartido esta sensación. Cuando el personaje laboral es tan abierto como el que mantengo, lo que soy y dejo de ser como profesional cambia en función de los proyectos que acepto y los que rechazo.
No es fácil decidir. Los retornos y la retribución es clave cuando no hay dinero. Estos momentos no coinciden con inactividad. Yo no sé lo que es la inactividad laboral. Si sé lo que es tirar de un crédito mientras llegan los pagos. En ese momento, aunque haya un dinero que va a llegar, estas más inseguro y es difícil negarte. La necesidad y la debilidad abren los brazos. No siempre ayuda que el proyecto sea más lucrativo a medio plazo.
Cuando hay dinero los criterios son otros. Hay proyectos en los que me expongo tanto, me ocupan tanto en cabeza, corazón y tripas que a veces tengo dudas de si me merecen la pena. Me ocurre que, con tanta pasión, los resultados suelen ser muy significativos y se convierten en el terrón de azúcar para seguir en la rueda.
Los contenidos también me centran. Hay cosas de las que no sé ni quiero saber. Ahí es fácil. Lo complejo suele ser cuando la invitación es a explorar cosas que me interesan y todavía no controlo. De nuevo una inversión de energía por encima de lo que se puede pagar.
Aquello que me conecta con impactar en sociedad, con la parte más política de mi proyecto también me dirige.
Sobre la standarización, los retornos de repetir y este tipo de ideas podemos escribir o debatir en otro momento. Me parece apasionante.
Con la sal del mar todavía en mis venas me gustaría elegir aquellos proyectos que permiten trabajar conectado. Presencia es una palabra que utilizamos mucho para explicar esta manera de estar. Recuerdo a Daniel Pennac hablando del profesorado presente en su libro “Mal de Escuela”, Teoría U, el trabajo de Otto Scharmer, la corporalidad que aporta Arawana Hayashi y tantas practicas que nos traen la fuerza de la presencia.
Me pregunto si se puede trabajar conectado en todas las tareas/contextos/proyectos y me respondo que no. No es la misma energía la que limpia listados de tareas que la que resuena con lo que escucha y devuelve una mirada. No es la misma la que mira la totalidad de la que matiza los detalles. La que escucha y la que habla. La que vacía de la que llena.
Y ahora pareciera que unas son más importantes que las otras. A veces miro con cariño al artesano que con un pequeño pincel dibuja las mismas pinceladas de azul sobre blanco para decorar una pieza de cerámica. Soy el que se emociona con la pincelada, no el que la va a dar. Paso de puntillas por este lugar porque no se manejarme en el. Resulta que para estar conectado necesito trabajar menos y para esto tengo que cobrar más. Sé que ahora estaréis sonriendo… para mi es otra tensión compleja y que me confronta con ideas y lealtades. “Así que dices que hay que cobrar más por emocionarte que por pintar los platos de azul”
No es sencillo construir una agenda de proyectos y procesos en los que trabajar conectado. Las sesiones de coaching, la facilitación de algunos procesos formativos y de reflexión organizacional, con equipos y más comunitarios, el diseño de proyectos y nuevas iniciativas, ciertas reuniones complejas,… son situaciones en las que esta mirada y manera de estar se entiende y se retribuye a pesar de su valor intangible.
Otras veces tengo la sensación de que estos espacios se viven como el primer paso para lo importante. Esto es lo que viene después y requiere de un lugar más activo y doblegador de realidades por mi parte. Como el consultor o el propietario de una empresa que tras dos horas de conversación te pregunta por en que momento y de que manera iras a su equipo a cambiarlo.
Hace años que intento no comprometerme con grandes plannings previos ni con extensos informes a posteriori. No porque no crea en su valor o porque no sepa hacerlos. Me quitan del tiempo y la energía para lo que realmente quiero hacer y seguir desarrollando.
Si. Decir si a la conexión significa decir si a la presencia y a los proyectos que me permitan trabajar desde este lugar. Sé hacer muchas cosas, ahora quiero desplegar al profesional de presencia. ¿Te interesa? Ya sabes dónde encontrarme.
2 comentarios para “Proyectos profesionales en presencia”
Amalio Rey
Puff, Asier, describes genial la madre de los dilemas en los que estamos metidos. No es nada fácil conciliar sostenibilidad pecuniaria con presencia. Factores externos nos roban constantemente la gestión consciente de la agenda, y nos dejamos llevar, entramos en el juego, porque ese desfase temporal al que te refieres oscurece la visión. No sé dónde esté el equilibrio. Quizás no exista. Creo que lo más importante es saber qué es lo que uno realmente quiere y le viene bien. Cuando tienes eso claro, todo es más fácil. Confieso que no es mi caso 🙁
Juanjo Brizuela
Asier!
En ocasiones nos llenan más otras «cosas», otras conexiones como dices, que simplemente un fila de números en la cuenta corriente.
me pasa que es difícil reconocer aquellos proyectos en los que puedes intuir que vas a transitar por caminos inexplorados pero que en cambio te abren una puerta a algo de valor para ti.
Creo que tenemos aquí algo en lo que pensar cada día cuando comenzamos nuestra etapa profesional…y personal.
Bendita reflexión