De seguridades e inseguridades

Semanas de transición de la seguridad a la inseguridad y viceversa. Me he acordado de un pequeño relato que escribí hace un tiempo en el que me reía de esta necesidad mia de caminos alisados y emociones estables. Hoy la comparto con vosotros y vosotras.

El otro día, iba yo por el Casco viejo inmerso en mis pensamientos cuando de repente, a la altura del Champion de Atxuri, se abrió el cielo y una especie de foco de luz potentísima me dio en la cara. La primera reacción fue de susto, la segunda de necesitar unas gafas de sol (el cuerpo me pedía también subirme las solapas de la camisa).

Recordé que en ese mismo lugar ya me había dado cuenta de algunos fenómenos paranormales en los últimos años; se forman unos remolinos de aire que hacen volar todo el papel y hojas secas levantándolas hasta una altura de dos pisos, la basura “biodegradable” que sacan todas las noches desde el supermercado desaparece en cuestión de minutos en manos de un grupo de personas, cada vez hay más gatos en las escaleras del Instituto Campuzano y lo más impresionante, una vez vi llover solo en esa esquina. Mientras el resto del suelo continuaba seco, en aquella esquina apareció un círculo mojado.

A mi este tipo de reflexiones me ayudan mucho a relativizar lo que a veces pienso que es extraño o que solo me pasa a mi.

Así que continué hacia delante intentando dejar el escenario-pop atrás. En ese momento la luz se volvió más potente y se oyó una voz: “Asier. ¿Porqué no me escuchas?”. Ahí si que me quedé de piedra. Y en ese momento pensé en Saulo, en como se cayó del caballo y se quedó ciego. Miraba hacia arriba pero solo conseguía dolor de ojos. La voz continuó: “Sé de tus miedos. A partir de ahora, no te faltará nada. No tendrás que decidir. Hagas lo que hagas no te equivocarás”.

No sé si habéis soñado alguna vez con escuchar estas palabras. Cada uno y cada una supongo que tendrá sus frases fetiches. A mi me sentaban estupendamente. Cuando iba a pedir alguna matización y las garantías habituales la luz se esfumo y me quede con una sensación extraña.

Dudando de si lo que había visto era real o fruto de esos viajes mentales que solo yo, y alguna otra persona privilegiada, podemos hacer mientras hacemos la compra o viajamos en coche.

A mi me sentó bien… Cuando paso por esa esquina me sonrió y crezco un palmo…