Como bien los saben algunos tuiteros/as (me acuerdo especialmente de @agustibranas -a él van dedicadas las fotos del ultimo pastel- y @tonapou que me recuerda lo sencillo y eficaz que es la clásica y apañada receta del yogur) el bizcocho ha sido este invierno el plato más horneado en mi casa. Con semejantes dias llenos de agua y frío, la opción de un bizcocho recien hecho y algo caliente ha sido la elegida por aclamación popular.
El rito es similar a sondear el suministro de huevos, azúcar, harina,… lavarnos las manos, controlar que estemos con la ropa de estar en casa o en su defecto con algún «amantal» y comenzar a enredar entre si los ingredientes cuidando un par de asuntos. Fundamental subir las claras a punto de nieve y mezclar con el resto sin volver a batir.
El resto varia. A veces el pequeño toma parte moviendo algún instrumento dentro de las yemas con azúcar. En otros casos la mayor se encarga de marear las claras antes de subirlas hasta encontrar esos picos tan característicos del merengue. Suelo quedarme solo en el ultimo momento y siempre para recoger la cocina.
Esto es lo que siempre se suele repetir. Resumiendo; un proceso ritualizado, con algunos hitos importantes marcados a fuego y en el que todos participamos con diferentes roles y complementarios entre si.
Las cantidades e ingredientes varían. No recuerdo nunca una receta.
Es verdad que en el ultimo tiempo repito la del bizcocho portugues. Portugal me atrapó una vez y me gusta escucharlo aunque sea entre las migas de un pastel. Pero siempre me tengo que acercar de nuevo a Mr. Google y buscar de nuevo la receta.
Este reincidir es muy de este invierno. Hasta ahora creo que no había repetido dos veces con el mismo objetivo. En mi cuaderno de pendientes esta dar con la receta perfecta para lograr un pastel similar al que hacia mi amama con las natas de la leche. Lo he intentado dos veces y no lo he conseguido.
Un muy buen amigo me mira como espantado cuando no soy capaz de darle los números exactos de las cantidades e incluso si confieso que no sé si la receta final incorporaba o no aceite, o leche, o… Él repite la misma receta en cada ocasión y confía en que la repetición del mismo proceso, midiendo siempre las mismas cantidades de los mismos ingredientes le ayude a llegar al mejor bizcocho. Pasar de uno «portavelas» (como el llamaba a sus primeros dulces) a otra cosa diferente y más apreciada por sus invitados y familia.
Son dos maneras diferentes de acercarnos a un mismo objetivo. Doy fe de que ambas dan buen resultado. El de Javi cada vez es más rico y en mi casa hace tiempo que el pastel no aguanta más que un envite. Es verdad que yo hago más y además que tengo un indice de «fracasos» mayor. Sobre esto también hemos hablado en alguna ocasión.
Seguiremos experimentando y generando ocasiones suficientes para pasar las tardes de invierno en familia, mejorar en la tecnica y seguir experimentando y pasandolo bien con la incertidumbre que trae la primera vez con una nueva receta.
¡Buen provecho!
On egin!