Hace unos meses participe en una entrevista dentro de un estudio impulsado por la oficina del Ararteko «Informe Extraordinario sobre e-Inclusión y participación en las esferas social y pública»
En estos momentos nos invitan a reflexionar dentro de una wiki sobre algunas preguntas. He pensado compartir en el blog las preguntas y mi reflexión. Se me había ocurrido también trasladar la conversación que podamos generar aquí a ese foro. Aquí van las preguntas:
Cuando hablamos de e-inclusión, nos referimos a garantizar que todas las personas puedan tener acceso a los beneficios derivados del uso de las TIC. Pero:
- ¿qué sucede con esas personas que voluntariamente renuncian al uso de las TIC porque prefieren acceder a la información y participar a través de otros canales?
- ¿Estamos asistiendo al surgimiento de un nuevo colectivo que se manifiesta como “insumiso digital”? ¿O es simplemente la consecuencia de una clara desconexión entre lo que pueden ofrecer las TIC y las necesidades sentidas por estas personas?
- ¿Cuál es la actitud que hay que adoptar desde el punto de vista de la intervención? ¿Intentar la “evangelización digital” y atraerlos hacia las TIC, o respetar su actitud de inhibición?
Aquí algunas ideas:
Leia esta mañana un texto sobre cocina y el autor decía algo así como que en relación con el “fastfood” la actitud no debería de ser la de competir si no la de combatir.
Las TIC son herramientas, como las hamburguesas comida. Las personas no se declaran “insumisos digitales” contra las herramientas. Lo hacen contra algunos usos de estas herramientas. Desde mi lugar, absolutamente entregado a las nuevas tecnologías, las redes sociales y esta parte de la web más colaborativa –a veces- y escaparate –muchas más-, sigo creyendo –aquí también- que la disidencia es salud.
En estas nuevas y grandes herramientas (Twitter, Facebook, Google,…) , que son lo más parecido a las nuevas plazas publicas, las personas no somos los consumidores, somos el producto. (lo explicaba magistralmente hace unos meses en Bilbao el profesor Rushkoff) Una actitud critica y alerta ante estas empresas es más que lógica y esta apoyada en un montón de datos irrefutables sobre el uso de la información y la huella digital de las personas que interactuamos en sus plataformas.
También habrá quienes, sin estos datos ni opinión formada, siguen prefiriendo la maquina de escribir al ordenador. A veces por romanticismo, otras por decidir que con lo que hay ya sirve, como cuando miras los estantes de la biblioteca y sufres por no poder leer más que una mísera parte… Los hay incluso que ganan premios de cierto prestigio.
Creo que será muy importante escuchar los mensajes de las personas en los márgenes de esta revolución tecnológica. Seguro que escuchamos muchas cosas importantes para reforzar proyectos y estrategias. Mejor escuchar y aprender que intentar cambiar a nadie.
El problema esta, o al menos así lo creo yo, cuando hay personas que se pueden quedar al margen. A las que no les llega la información ni las posibilidades de algunas de estas nuevas tecnologías. Y por supuesto, una vez conocida la “panacea” no tienen medios a su alcance.
Creo que es importante mostrar, experimentar, hacer más cotidiano el uso de las TIC –pantallas táctiles en las plazas para leer el periódico, realidad aumentada en miradores, programas de fiestas accesibles en móviles, mapas de autobuses interactivos,… Pero no en clave de “evangelización” si no desde la responsabilidad de usar las mejores, más avanzadas y más intuitivas herramientas a nuestra disposición.
Cuando lo que propones mejora la calidad de vida se convierte en parte imprescindible de tu día a día. Lo de traer la “buena nueva” debe de ser muy costoso por lo intangible y etéreo de la propuesta.
Creo además que hay otro perfil dentro de esta brecha intencionada. Los y las profesionales que pudiendo aprovechar las virtudes de estas tecnologías no las usan. No pienso en los que dejan de hacerlo desde una defensa de los valores y procesos anteriores que dominan y con los que obtienen contrastados éxitos, si no en los que se congelan en defensa de un sitio tranquilo donde pasar el resto de su vida profesional.
Aquí tenemos un reto. ¿Cómo generamos contextos dónde los y las profesionales pueden experimentar con lo nuevo sin miedo? De nuevo, creo que poniendo a su alcance y comprobando el impacto en positivo de su quehacer cotidiano.