Frases, tensiones y reflexiones tras la lectura del libro “Contra el desarrollo personal de Thierry Jobart

Quiero compartir algunas notas desde la lectura del libro escrito por Thierry Jobart, que se titula Contra el desarrollo personal y que publica la editorial Txalaparta.

Imagino que si el autor leyera mis notas las quemaría por apropiación y asimilación. Hago spoiler cuando traigo una frase del texto:  “El capitalismo procede según un modo de desarrollo dialéctico que le permite integrar la contradicción para apropiársela: él es la revolución permanente.” Yo lo hago en el contexto de abrazar mis contradicciones y viviendo todas y cada una de las tensiones. No es un salto de malabarismo exento de riesgos. Esta lectura me ayuda a poner atención en algunas claves e inercias en las que, desde el rol que ocupo profesionalmente, a veces puedo caer o contribuir sin conciencia.

Voy a apoyarme en algunas frases literales del texto y me voy a permitir una pequeña reflexión. No sin antes recomendaros ir al texto original y hacer vuestra propia digestión.

El autor desmonta piedra a piedra la literatura del Desarrollo Personal y las prácticas “buenrollistas” del acompañamiento personal y organizacional. Digo que con detalle aunque muchas veces usa material de demolición como cuando utiliza adjetivos como “especialistas de la felicidad”. Me gusta que comience reconociendo que “Es cierto que no todo lo que dicen es falso”. Continúa advirtiendo que “El problema es que a menudo se contentan con reformular, en una jerga sentenciosa y pomposa, todo lo que simplemente —y en el mejor de los casos— es sentido común.” Para apuntillar: “Es la ventaja de una buena formación intelectual: se puede hablar de manera brillante de cualquier cosa usando clichés.”

Me gusta la idea de ser “profesionales del sentido común” a años luz de esa idea de “especialista en felicidad” aunque es un dardo que me llega. La gestión del conflicto es el contexto en el que desarrollamos una buena parte de nuestra actividad. Necesitamos dar un lugar al malestar sin saltarlo, obviar ni aplacarlo. Se trata de dar espacios de encuentro para conversar, compartir mapas sin correr a buscar soluciones mágicas y construir acuerdos que nos permitan continuar trabajando. A veces se trata solo de dar los espacios y esto parece sencillo, de sentido común. 

Más adelante y denunciando a un autor que ha construido un personaje realmente arquetipo de todo lo que el texto denuncia, Robbins (Si no te ríes a carcajadas, o te quedas congelado por su exageración, con “No soy tu Gurú”, este no es tu libro), nos escupe “Todo esto, o realizado como una gran misa, con muchas bromas y gesticulaciones, desde un arte exasperante por estar permanentemente en escena.” La construcción del personaje y la energía invertida en la seducción daría para un libro. El equilibrio entre cuidar la ritualización necesaria para el impacto y la desnudez que permite estar presente, conectado con la experiencia, necesidades y deseos (que pudieran ser reivindicaciones) es clave. 

Y es aquí donde describe la tensión que atraviesa toda experiencia de colaboración “Es simple, es hermoso, es falso. Inmediatamente percibimos la paradoja que reposa en dos afirmaciones contradictorias: ser autónomo y querer crear vínculos.” Este es el foco de nuestro trabajo. Confieso que a veces nos escoramos hacia la responsabilidad personal y esto a veces suena a culpabilización y a otras a esto del “tu puedes”. (Trabajar en el círculo de incidencia decía Covey y Belen Gopegui le dedicaba unas páginas en otro texto que hay que leer en estas lógicas de revisión crítica). “Ahora, siempre hay algo que hacer, una solución que encontrar, al igual que siempre hay un responsable de lo que pueda ocurrir.” escribe.

Otras veces también exageramos el poder de los patrones, las estructuras y la complejidad. Escribiendo este post camino por lugares de frontera y sutileza tengo la sensación que una determinada redacción de una frase me puede llevar a caer un por una ladera o por la otra. Creo que es una sensación muy real y, diría, que necesaria. 

En esta necesaria adaptación de lo individual a lo colectivo y viceversa denuncia las estrategias que invitan a “No reconectarse con su (nuestro) ‘yo profundo’, sino hacerlo más maleable, para lo que se espera de él”. Y continua “Por un lado, está nuestro Yo (en mayúsculas), suficientemente plástico como para que, al ejercerlo, podamos hacerlo cambiar y evolucionar. Y, por el otro, nuestro cerebro”. 

En este momento el autor trae al último grito en el desarrollo personal, la Neurociencia. “Ahora, en el mercado de las verdades, la hegemonía es ejercida por las neurociencias.”

Sobre las identidades líquidas, la plasticidad y la invitación a cambiar en lugar de profundizar volverá más tarde. Antes nos recuerda el para qué de estos relatos. Para que la eficiencia y al servicio de quienes. Os recuerdo que traigo aquello que me tensiona. Entended por tanto que detrás de estas frases literales descubro valor y además necesito seguir profundizando y contrastando con otras ideas que también siento importantes y que igual son contradictorias. Sumo un par de párrafos para comprender la denuncia que hace el autor en relación a los efectos y objetivos detrás de este management con el que colaboramos. 

“Según Adam Smith, el trabajo libre es más rentable que el trabajo de los esclavos. De hecho, estos últimos tendían a carecer de motivación.” (…) “olvidarse del management por la coacción y dar lugar al management con la confianza. ¡Yupi! Hay resultados evidentes en la productividad y en la calidad de compromiso del personal. Hay menos bajas médicas, menos absentismo, menos rotación de personal y, por lo tanto, mejores resultados económicos.” (…)  “Aquí, el uso de una simplicidad bíblica: si le anuncia al trabajador que se le confía un proyecto, si le asigna un objetivo y magnánimamente se le otorga toda la autonomía que requiera para lograrlo, puede reformular las cosas a su manera (incluso es deseable que lo haga, con el fin de apropiarse completamente del proyecto), a sentirse más responsable de su éxito. En teoría, es la obligación del logro. Sin embargo, sería imprudente llevar este estímulo a la autonomía hasta dejarle decidir sobre el objetivo. Eso sería pasar de la confianza a la ceguera.”

Hace tiempo que encadeno lecturas que sostienen esta perspectiva crítica al trabajo que desarrollamos en el acompañamiento a organizaciones desde la formación, consultoría y esto que cuesta ya nombrar; “coaching”. Lo hago espoleado por una reacción personal a las “Tazas wonderful” y al buenrollismo. No comparto esa mirada, me mantengo alerta y la combato. He sufrido, por ejemplo, los mensajes de ánimo cuando no tocaban. 

Queriendo profundizar en una práctica que de manera insistente quiere seguir bebiendo de la Teoría General de Sistemas, procuro comprender los mecanismos detrás de todo lo que se alía para que las cosas permanezcan como están (a pesar a veces de nuestro sufrimiento). Me he encontrado a colegas y clientes que desconfían del enfoque centrado en soluciones, por ejemplo, y su apuesta por los recursos y lo que funciona. Para mí es una perspectiva que avanza desde una comprensión compleja de la psicología social y en la que quiero seguir profundizando. No me olvido de las críticas y la necesidad de evolucionar en el malestar.

Resumamos: Hay una tensión entre el yo y el nosotros, la identidad es algo adaptable, está en nuestras manos movernos y “el capital” ha descubierto que es más rentable seducir que obligar. 

Jobart continúa bajando a tierra esta suma de tesis: “De ahí que la personalidad misma del trabajador se haya convertido en un problema, y que el desarrollo personal desempeñe un rol en la empresa.” (…)  “Las empresas organizan formaciones idóneas o recurren a formadores, consultores o coaches que juegan el rol de mercenarios.” (Sabe qué palabras usar para que duela) “Por supuesto, en ambos campos, privado y profesional, no se trata de obligar, sino de incitar, sugerir, persuadir. La obligación es externa, impuesta desde fuera; la necesidad puede ser interna y aparecer como emanando de uno mismo.”

Habla de la noción de empowerment, de empoderamiento, término utilizado en los años 70 en un contexto de luchas feministas y sociales, reciclado, y manipulado, en un sentido diferente por el management. Me parece muy interesante cómo evoluciona en el pensamiento del crecimiento profesional como una especie de especulación o venta de uno mismo permanente. Como si hubiera que invertir en el potencial para seguir siendo. Une, como no pudiera ser de otra manera, esta tensión con el cansancio y el deterioro. Creo que hay ideas interesantes a tener muy presente en esta aproximación. “Ahora todo es capital: se invierte en su vivienda (que debe revalorizarse y revenderse con pluralidad), sus estudios, sus relaciones sociales y, por lo tanto, en sí mismo, desarrollando sus competencias y empleabilidad. (…) Como muestra el filósofo Michel Feiger, nos hemos convertido en ‘invertidos’, es decir, ‘proyectos que tratan de hacerse apreciar’. (…) Entonces conviene fabricar un yo, una identidad que convenga a los inversores. El desarrollo personal es una ayuda para este proceso.”

Necesitamos revisar esta realidad y ver cuánto de lo que hacemos contribuye a esta locura. Nuestras conversaciones en Redes Sociales aumentan esta realidad. La siguiente sentencia me parece espeluznante: “De ahora en adelante, el régimen que se impone es el de la coincidencia de uno mismo, lo ilimitado del deseo y la inmediatez de su satisfacción.”

Rumiar durante un rato esta idea creo que puede ser un buen ejercicio como rutina. Conecta con el texto de Gopegui y otro maravilloso que es “No seas tu mismo” de Eudald Espluga. De lo que aprendí con Espluga me gustaría escribir algún día. 

Imagino que aquí hay algo de escribir sobre lo que escribo o hablar sobre lo que hablo. Me dedico a esta industria del management. Necesito estas lecturas. Creo que necesitamos conversar con otras maneras de entender lo que está en evolución. No se trata de dar espacio al terraplanismo. No escribo ni pierdo el tiempo sobre lo que no tiene sentido. Soy consciente de que las perspectivas sobre los temas importantes son muchas y diversas. Necesito, necesitamos, ir a este gimnasio. Este es el lugar en el que construimos nuestra capacidad de atención, alerta y pensamiento crítico. Dice el autor terminando la obra: “El sentido crítico no se enseña en ninguna parte. La participación en el desarrollo personal profesional sin duda irá creciendo, al igual que lo políticamente correcto y la intolerancia frente a todo lo que no reproduce lo idéntico.” 

Me pregunto sobre cómo seguir facilitando espacios seguros donde entrenar estos músculos. Defiendo que la apertura a otros marcos y la construcción de modelos mentales que dialoguen con las realidades e incluyan otras perspectivas nos ayuda personal y colectivamente. Pero quizás incluso esta es una idea que debo de soltar. 

Y termina Jobart situando este debate en su contexto. En nuestra sociedad y planeta. Porque nuestro trabajo es uno con la deriva y el futuro de lo que construimos juntas. “Mientras la creencia en recursos ilimitados nos siga llevando al caos, será la misma visión del mundo, individual y envuelta en malvaviscos, la que vacíe nuestro imaginario. Solo hay una cosa para crear otra: el tiempo. Justamente es lo que nos va a faltar.”

Vuelvo a escribir y utilizar mi blog para sistematizar algunos aprendizajes, compartirlos y seguir conversando. ¿Cómo te suena esto que comparto?

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