Esta semana he tenido hasta tres conversaciones sobre esto que os cuento.
Detrás de cada pasión hay un dolor. Es como si buscáramos curarnos o crear lugares, relaciones, diferentes a algunas que conocimos y nos marcaron. Nos sentimos amenazados y buscamos construir espacios de confianza.
Para mi los dolores, las experiencias que nos limitaron en el pasado y en el presente, son aliados. Motor visible o invisible de nuestra acción y en mi opinión una oportunidad.
Pero no todos los dolores generan pasión. En estas conversaciones íbamos construyendo algunas ideas que creo que son claves para que esta unión entre dolor y pasión sea “productiva”, “creativa”:
- Es importante llevar esta necesidad/motor a la consciencia, sacarlo de debajo de la mesa. Manejarlo con palabras, saber que actúa. Quizás no es tan importante conocer su origen ultimo pero si las formas que coge hoy y para qué. Unir las diferentes formas con el fondo común y nombrarlo, conocerlo.
- Aligeremos la carga, cojamos distancia. A veces nuestra propuesta pasional, nuestro proyecto laboral, político,… esta muy pegado a esa experiencia o experiencias. Se lo comentaba a una compañera en la que lo vi muy claro y me lo decía a mi mismo en ese mismo momento. Si esta tan pegado a algo muy importante para nosotros corremos el peligro de que se convierta en algo muy profundo, que no aguanta cuestionamiento, pasionalmente rígido, que se irrita con facilidad, cerrado a ideas nuevas,… Pareciera que nos exponemos personalmente en cada paso.
- Es bueno que nos reconozcamos complejos, un recipiente con muchos colores y formas. A menudo nos contamos incompletos. Aferrados a esta manera de presentarnos hacemos hincapié en un fondo y forma muy concreto. Construimos una identidad y una narración peculiar dónde algunas palabras están prohibidas y otras aparecen continuamente. Recordaba esa pelea de perros sobre la que escribía Perls.
Pasión consciente, ligera y completa. Si podemos elegir ¿porque no lo vamos a hacer bien?