Lo he comentado alguna vez con mi grupo de amigos y amigas. A mí me interesan las personas con uno o dos “hachazos”. Vamos a ver si puedo definir “hachazo”. Una experiencia limite, que haga daño y que deje huella. Puede parecer masoquismo. No, no me gusta que me peguen ni dentro de un juego más amplio.
No sé qué necesidad está en juego. ¿Será que busco gente parecida a mí? Supongo que hay en algún fondo cierta necesidad de no tener que explicar algunas cosas o simplemente compartir abanicos emocionales más amplios y matizados.
Obviamente yo me considero una de estas personas. Un poco como las figuras de madera golpeadas con cincel. Con unas ganas de vivir inmensas y una capacidad de disfrute absoluta y además con una memoria absolutamente alerta a los ecos de las tristezas.
La imagen de las heridas y las cicatrices me vale. Tocarlas y verlas te recuerda aquel momento en el que te desgarraste. Yo tengo una grande en la pierna derecha. Me enganche con un amasijo de maderas y clavos. Recuerdo perfectamente la gente a mí alrededor, el miedo, el calor de los míos, algunos sonidos apagados, el lugar dónde me senté para la primera cura,… Es una marca importante pero nunca me ha parecido fea. También soy yo.
Raul, nuestro guía en el parque cercano al yacimiento de Atapuerca nos enseñaba a sacar aristas a las piedras –y muchas más cosas-. Golpeando el sílex explicaba algo así como que este material tiene memoria. Si lo entendí bien los golpes iban rompiendo la piedra por el interior y estas fallas no rompían la pieza hasta que otros mazazos dejaban al descubierto esas capas.
Esa es un poco la sensación. Fuerte y divertido de repente algo te toca y deja al descubierto la marca y te rompes un poco. Son dolores conocidos porque te acompañan desde hace mucho tiempo. Como me preguntaba un buen amigo –el mismo que me achaca mi necesidad de románico en las propuestas estéticas- ¿Pero es que han tenido alguna vez tus tripas otra forma que la de una interrogación? Puede ser que sí. La primera infancia pero no estoy seguro. Sitúo los golpes más tarde pero igual las vetas de la madera ya marcaban algunas líneas.
Y así me reconozco Alegre y triste. Seguro e inseguro. Alto y bajo. Incluso, aunque haya datos objetivos para demarcarse claramente a favor de las percepciones más obesas, gordo y flaco. Soy yo y me parece muy bien. Conozco lo que de bueno está en mi mochila y que también tengo que agradecer a los dolores.
Pero claro, cuando la amenaza llega cerca y a los míos me gustaría llevarlos lejos de allí volando con un traje de superman. Mirarles a los ojos y decirles que no es así, ha sido un mal sueño, ya ha pasado todo. Me cuesta infinito escuchar y acompañar. Me rompo un poco.
Un post raro y triste. Es como me siento estos días. Y a la vez celebrando alegre los seis años de mi pequeña, fuente de las emociones más intensas, tiernas y felices que jamás hubiera sido capaz de imaginar.
«Life is life» o «el futbol es así».