Bucear

Creo que es realmente lo que más diferencia mis vacaciones de verano de mis meses de trabajo. Hay otras muchas cosas; los horarios, la lectura, comer fuera de casa, más horas y mucho afecto con los míos, … y el momento en el que soy más consciente de que las cosas son diferentes es cuando con ayuda de unas gafas, un tubo y, a veces, las aletas me zambullo en el mar.

No se como era el andar de Neil Amstrong cuando iba a comprar el pan pero su primer paso en la luna estuvo lleno de glamour. Esa sensación tengo yo en el agua. Floto y la densidad del agua me permite llegar a otros lugares con más rapidez y elegancia. Mi cuerpo, voluminoso (sip), me ayuda a flotar y mis piernas y brazos me llevan.

La respiración ha sido siempre mi punto débil. Cuando me metía sesiones olímpicas de tres y cuatro horas de fullcontac, el fuelle era el que me hacia parar. En los combates me lanzaba y hacia filigranas, cuando encadenaba tres ataques necesitaba soltar los guantes unos minutos. Aquí el ejercicio es menor y el tubo me conecta con el oxigeno y la vida.

Y a metros de la arena (al menos en la maravillosa cala de las costa brava de la que aun tengo arena entre los dedos de mis pies) empiezo a ver peces y bancos de peces. En la segunda zambullida ya empiezo a diferenciarlos y a saber dónde es más probable que me encuentre con unos y con otros. Un poco más lejos los erizos de mar aferrados a las rocas. Vimos también una estrella de mar preciosa. Esta vez no me he encontrado ningún pulpo, habría mucha demanda en los txiringitos playeros, supongo.

En la orilla jugamos a atrapar pequeños peces y “karramarros” que luego soltamos. Cuando sales de las rocas ya todo es diferente. Allí no mandas (A no ser que vayas con un arpón y aun así…). Paseas por encima de estos como lo que eres, una especie más.

Las cosas cambian si te acercas con un redeño (más si es naranja como el de Martín) Los peces vuelan y tu no los ves. Ya no eres uno más. Y recuerdo también a esa primera ameba que se comió a una bacteria viva de la que habla Punset en “el viaje a la felicidad”. Titulan ese capitulo con un “Cuando la vida dejo de ser lo que era”.

Y entretenido por las vistas me voy adentrando en el mar. Me descubro lejos de la arena, cada vez más lejos. Sin la ayuda para respirar me sería imposible llegar tan lejos. Y eso mismo hace que me sorprenda de hasta dónde me permito experimentar. En la preciosa playa de Troenzo en Asturias la isla me servía de referencia, aquí no y eso a veces me ayuda a llegar más lejos. Seguramente la diferencia de temperatura es también importante.

La distancia de la orilla trae distancia con el fondo. Cada vez hay más agua entre mi cuerpo y las rocas. Hay un momento en el que paso de disfrutar de la sensación de vuelo a acojonarme con una especie de vértigo, De pronto necesito  tierra firme. A veces me aferro a alguna roca que asoma. Llegando de vuelta me paro en las que están más golpeadas por las olas y el pretendido descanso se convierte en una pelea por continuar de pie.

La luz y el calor también son importantes. Cuando las nubes roban sol de pronto apenas distingues nada y las corrientes de agua más frías te envuelven. Te gustaría tener un interruptor y volver a disfrutar de las vistas. Es verdad que en alguna ocasión el problema estaba en las gafas y se puede arreglar sin hechizos sobrenaturales.

Y hay algo de soledad que me impone y agrada. En alguna ocasión nado acompañado con Maren. Escuchar sus gritos de emoción darkvaderizados por el snorkel cuando descubre un nuevo pez es como escuchar lo que se mueve en tus tripas en voz de otra persona. Y es una sensación muy, muy bonita.

Me sorprende encontrarme con otros y otras buceadores y buceadoras. Es como si pudieran espantar a los peces. Ayer me tope con uno quew disprao su arpón junto a mi. Luego, si no corre peligro mi vida, inmediatamente me quedo mirando como se mueven para ver que pudiera coger de sus técnica para mejorar la mía.

Por ejemplo; me cuesta coger profundidad, cuando lo hago es cogiendo mucho aire en mis pulmones y convirtiéndome en una especie de boya que llega dónde quería para correr a buscar cielo. Me encanta ver como otros cogen la vertical desaparecen y vuelven a la superficie sin aspavientos.

Escribo esto volviendo a casa. Bego conduce y yo tecleo. Aun quedan más días de trabacaciones (como dice Julen) Y mientras escribía pensaba si mi pequeña introducción al texto se hubiera quedado vieja ya. Como si esto que escribo realmente no se diferencia tanto de mis cotidianos. Pensando en mi viaje submarino creo que cuento algunas cosas de mis viajes, siguiendo con imágenes que me recuerdan a Verne, al centro de la tierra.

Buen verano.

6 comentarios para “Bucear”

  1. Isabel

    «Paseas por encima de estos como lo que eres, una especie más»
    Y me fui sumergiendo en ese terapéutico silencio :-))
    ¡Feliz verano!

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  2. asiergallastegi

    Siii. El silencio es tan brutal que a veces me hace daño (en el oído derecho) Si… silencio. Abrazo

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  3. José Miguel Bolívar

    Sigue difrutando de esas trabucaciones y compartiéndolo. Casi he podido ver los peces leyéndote… 🙂

    Un abrazo

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    • asiergallastegi

      Confio en que andes ya descansando en el mar o en el monte pero descansando. trabucaciones, trabacaciones… Tengo que mirarle lo del TRABUCO. Un abrazo enorme!

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  4. amalio a. rey

    Asier, precioso relato. Que bien te lo pasas colega. A mi bucear me acojona, y mientras leia que te alejabas tanto de la costa, aumentaba mi admiracion por el superheroe porq yo, ni de coña, colega. Ya te contare yo mis Asturias y Galicias cuando me toque pero prometo andarme lejos de arpones y sustos de esos. Un abrazo, saludos a la family y gracias x el relato…

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  5. asiergallastegi

    Un abrazo Amalio. A mi también me sorprendo con esto de bucear, como lo hago cuando miro mi ultimo año ;D ;D ;D Disfruta infinito por el Cantábrico. A v er si te pongo un mail con un par de referencias de buen comer en Asturies. ;D Abrazo

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