Bucear

Creo que es realmente lo que más diferencia mis vacaciones de verano de mis meses de trabajo. Hay otras muchas cosas; los horarios, la lectura, comer fuera de casa, más horas y mucho afecto con los míos, … y el momento en el que soy más consciente de que las cosas son diferentes es cuando con ayuda de unas gafas, un tubo y, a veces, las aletas me zambullo en el mar.

No se como era el andar de Neil Amstrong cuando iba a comprar el pan pero su primer paso en la luna estuvo lleno de glamour. Esa sensación tengo yo en el agua. Floto y la densidad del agua me permite llegar a otros lugares con más rapidez y elegancia. Mi cuerpo, voluminoso (sip), me ayuda a flotar y mis piernas y brazos me llevan.

La respiración ha sido siempre mi punto débil. Cuando me metía sesiones olímpicas de tres y cuatro horas de fullcontac, el fuelle era el que me hacia parar. En los combates me lanzaba y hacia filigranas, cuando encadenaba tres ataques necesitaba soltar los guantes unos minutos. Aquí el ejercicio es menor y el tubo me conecta con el oxigeno y la vida.

Y a metros de la arena (al menos en la maravillosa cala de las costa brava de la que aun tengo arena entre los dedos de mis pies) empiezo a ver peces y bancos de peces. En la segunda zambullida ya empiezo a diferenciarlos y a saber dónde es más probable que me encuentre con unos y con otros. Un poco más lejos los erizos de mar aferrados a las rocas. Vimos también una estrella de mar preciosa. Esta vez no me he encontrado ningún pulpo, habría mucha demanda en los txiringitos playeros, supongo.

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