Miedo a escribir

Reconozco mis dificultades para escribir hoy. Leía hace unos días a Manel sobre las bonanzas del acto y las comparto. Disfruto de la lectura. Las palabras cosidas con maestría me tocan, me dan sentido, responden a parte de las preguntas, ponen la música que hace que mis pies bailen o se den cuenta de cual era la tonada que bailaban. Y eso es mucho, hoy seguramente sea de la sensaciones que más feliz me hacen.

Puedo achacar la pereza al tiempo estival. Son días raros estos del verano. Cato playa y bienestar temprano con lo que me es imposible desconectar por completo con la tarea y este malabarismo de proyectos interconectados que cobran vida con bastante autonomía en relación a mis necesidades. No soy un hombre especialmente preparado para las “trabacaciones” a pesar de mi condición de autónomo. Me cuesta engrasar la maquina que trabaja y descansa, necesito tiempo para llegar a cada engranaje, los principales y automáticos funcionan pero los más pequeños y encargados de los matices les cuesta un poco más de tiempo. ¡Me apasionan tanto mis proyectos!. ¡Disfruto tanto del descanso!

De vez en cuando retomo algunos posts de la hemeroteca, para eso están ordenados en sus categorías para que cualquiera, incluso quién los escribió, puedan volver a ellos cuando lo necesiten. Me leo y los matizaría. Algunos los borraría. Creo que sobre esto ya escribí también en el blog.

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Decenas de posts no escritos

Tengo 40 minutos para escribir este post. Ya 39. Y además la sensación de robar tiempo al trabajo, a la tarea que no puede esperar. He abierto directamente el editor del blog. Quiero contar que a pesar del silencio sigo contando.

¿Donde van los posts que no escribo en mi blog? Siguen en mi. Actuan un poco menos. Son ideas fuerza pero menos. Cuando cogen forma de post las incoroporó a lo que sé. Las puedo seguir compartiendo. Me sirven para contar, acompañar. Para contarme, acompañarme.

Esta semana me he sorprendido matizandome, cogiendo distancia de algo que escribía. Me imagino que si reviso mi bitacora, incluso esos posts que comparto y cito, matizaría cientos de lineas e ideas. Escribir para afincar y también para contrastar los puntos de partida de las posadas temporales. Aun no hay recorrido para hablar de finales. Si tuviera que escribir un post para despedirme  que tenga, por favor, la lucidez de las letras de Oliver Sacks.

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El lenguaje de mis silencios

He escrito algunas entradas en este blog sobre mis silencios. Los leía y emborronaba algunas ideas y pensaba que también entre los/mis silencios hay diferencias, el/mi silencio tiene su propio lenguaje.

Hay veces que callo porque no entiendo. Necesito ir más lento, escuchar de nuevo. Se mueven personas, se cruzan palabras, miradas,… y empiezan a tocarme. Se estrecha la boca del estomago, el corazón retumba en mi cabeza, bostezo, mi pie rebota, me siento amenazado, querido, reconocido, grande y pequeño.

A menudo después de este primer silencio, necesito otro para resituar las ideas, hilarlas para construir una pequeña historia que me sirva para aprehender “eso” que esta ocurriendo. Es como darle forma, no es lo que ocurrió, es una forma de contármelo y no perderme.

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Intervenir en silencio

Hace ya unos años viví 3 meses en un pais del que desconocía su lengua. Este fue solo uno de los viajes en un paquete de choque cultural, de ritmos, valores, colores, sabores,… El caso es que durante tiempo apenas pude comunicarme con un montón de personas con las que convivía todos los días.

Fue extraño. Yo era un adolescente que había aprendido a ser rapido en las conversaciones, a clavar puyas en los alto de los miuras, a reirme de cualquier falla, a ocupar el centro en los corros, ganar en los juegos de palabras, …

Y sin palabras en aquel idioma todo esto no servía. Descubrí los oídos y para que son dos, como suena la voz de uno cuando no tiene sonido, escribir en un diario, leer tres veces el mismo libro, los clásicos de la literatura rusa, los «national geographic» en ingles, conectar con otra persona solo estando junto a ella e intentando imitar sus tareas, atender a la musica de las relaciones impedido por no entender la letra, defender mi lugar con puños cansado de intentar explicarme por señas, …

by gbaku CC

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Hablar y callar

La semana pasada me comentaba un amigo algo así como que a las personas se nos había olvidado hablar. Que cada vez manejábamos un vocabulario más reducido y que nuestra capacidad para reflexionar y comunicarnos estaba en sus momentos más bajos.

Algo de lo que me contaba no me acababa de cuadrar. No era la primera vez que lo oía y además comparto la sensación. Es como si de todo lo que existe y pasa por nuestras vidas solo pudiéramos disfrutar de lo que abarcamos y conseguimos “dominar” de alguna manera. El lenguaje verbal es un canal privilegiado para revivivir y repensar. Hacer significativo lo que de otra manera pasaría sin más y además poder compartirlo.

Me pudo más lo que no me acababa de encajar y le dije que: “yo era más de la cultura del comic”.

Uso bastante esta expresión, y otras parecidas. Es como decir que “realmente de esto no sé, ni quiero saber”. En este caso decía algo así como: “Hay silencios que valen más que palabras”.

No es verdad que hablar y escribir, por si solas, te pongan en un lugar diferente al del resto de los mortales. Hay veces que es nuestra manera de escaparnos, de dar codazos para entrar en tal o cual grupo, quedar por encima,…

Es como discutir sobre lo que deberíamos hacer para mejorar la convivencia entre personas de diferentes culturas dando la espalda a una de las que llega del otro lado para vivir entre nosotros y nosotras. Comenzar a organizar una jornada de encuentro vasco-saharaui mientras se enfría un té berebere olvidado en una mesa. Pensar en talleres de cocina del mundo cuando no apreciamos unos dulces preparados por una compañera del norte de África.

Yo no tengo dudas. Ante eternas conversaciones para salvar nuestras vidas del infierno… agradecer un vaso de té dulce con unas deliciosas pastas de cacahuete.