Hablar y callar

La semana pasada me comentaba un amigo algo así como que a las personas se nos había olvidado hablar. Que cada vez manejábamos un vocabulario más reducido y que nuestra capacidad para reflexionar y comunicarnos estaba en sus momentos más bajos.

Algo de lo que me contaba no me acababa de cuadrar. No era la primera vez que lo oía y además comparto la sensación. Es como si de todo lo que existe y pasa por nuestras vidas solo pudiéramos disfrutar de lo que abarcamos y conseguimos “dominar” de alguna manera. El lenguaje verbal es un canal privilegiado para revivivir y repensar. Hacer significativo lo que de otra manera pasaría sin más y además poder compartirlo.

Me pudo más lo que no me acababa de encajar y le dije que: “yo era más de la cultura del comic”.

Uso bastante esta expresión, y otras parecidas. Es como decir que “realmente de esto no sé, ni quiero saber”. En este caso decía algo así como: “Hay silencios que valen más que palabras”.

No es verdad que hablar y escribir, por si solas, te pongan en un lugar diferente al del resto de los mortales. Hay veces que es nuestra manera de escaparnos, de dar codazos para entrar en tal o cual grupo, quedar por encima,…

Es como discutir sobre lo que deberíamos hacer para mejorar la convivencia entre personas de diferentes culturas dando la espalda a una de las que llega del otro lado para vivir entre nosotros y nosotras. Comenzar a organizar una jornada de encuentro vasco-saharaui mientras se enfría un té berebere olvidado en una mesa. Pensar en talleres de cocina del mundo cuando no apreciamos unos dulces preparados por una compañera del norte de África.

Yo no tengo dudas. Ante eternas conversaciones para salvar nuestras vidas del infierno… agradecer un vaso de té dulce con unas deliciosas pastas de cacahuete.

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